Por imposición, un detective privado (Manolo) tiene que admitir de ayudante al sobrino de la señora, que le obliga, bajo amenaza de denunciarle por no pagar la deuda que tienen pendiente. Ella misma le da trabajo: han de localizar a un chico que abandonó su casa; saben que lo han visto por los barrios bajos de la ciudad. Sus finos olfatos les hacen introducirse en un mundo controlado por los Makarras y su jefe, los cuales están en conexión con la Jefatura principal de Chicago. En su búsqueda penetran en un garito de juegos prohibidos, en casa de mujeres malas, pero que algunas veces resultan que están muy buenas, en orgías donde se fuma, se bebe, se…fuma…, en salas de travestis y en salas de Juzgados, en donde no debían haber penetrado.